Debido a las consecuencias de la crisis climática que estamos viviendo, empezamos a ser conscientes de la importancia que tienen las emisiones de carbono asociadas a los distintos sectores de nuestra sociedad: edificios, transporte, alimentos, …
Pero nos queda pendiente valorar otro aspecto no menos importante: la huella hídrica que tienen estos mismos sectores, causantes de las anomalías en la pluviometría, tanto en cantidad como en estacionalidad.
Entre los 17 ODS – Objetivos de Desarrollo Sostenible, el sexto, Agua Limpia y Saneamiento, promueve garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todas las personas.
Centrándonos en el sector de la edificación, lo primero que debemos hacer es un análisis del ciclo de vida de los edificios para conocer el peso que tiene el agua en cada uno de los eslabones de la cadena: en la extracción de materias primas de la naturaleza, en la fabricación de materiales de construcción, en el propio proceso de construcción, en el uso del edificio y en su demolición al finalizar su vida útil.
Una vez mapeados los impactos de la edificación respecto al agua, se deben implantar medidas en cada etapa para mitigarlos.
En la etapa de producto se pueden reducir considerablemente los consumos de agua en función del método constructivo elegido. Por ejemplo, la tabiquería tradicional tiene un consumo muy superior a la tabiquería con placas de yeso laminado.
En el proceso de construcción se deben implantar medidas encaminadas a favorecer la infiltración y a no contaminar las aguas que van a colectores y acuíferos. Entre las buenas prácticas que habría que desarrollar en obra tenemos:
El periodo de uso del edificio es el más importante, ya que su vida útil es de media 50 años, y es aquí donde se generarán los mayores impactos. Las medidas para reducir la huella hídrica del edificio deben venir definidas desde el proyecto arquitectónico y ser correctamente mantenidas por los gestores de los inmuebles a lo largo de los años. Algunos ejemplos de prácticas enfocadas a reducir la cantidad de agua consumida y la cantidad de agua vertida a los sistemas de depuración son:
Entre las medidas para minimizar el vertido de contaminantes peligrosos a la red de alcantarillado o al terreno están:
Asimismo, se debe construir en espacios no inundables (por fuentes fluviales, mareas, superficiales, subterráneas, …) para evitar la contaminación de las aguas, además del coste de reconstrucción.
Por último, en la planificación de las zonas urbanizadas se deben introducir los SuDS – Sistemas de Drenaje Sostenible- que ayuden a reproducir el proceso natural del agua que existía previo a la construcción de los edificios. Ejemplos de SuDS son pavimentos permeables, cubiertas vegetadas, balsas de retención, entre otros.
En resumen, la gestión del agua hay que entenderla de manera holística, influyendo en todos los aspectos que mejoren su ciclo natural. Y en este sentido lo tratan los distintos estándares de edificación sostenible (LEED, BREEAM, VERDE, …), que fomentan la implantación estas de medidas y contribuyen al cumplimiento del ODS 6 – Agua Limpia y Saneamiento.
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